**Colaboración de Gonzalo García .- En América Latina la demanda eléctrica crecerá de forma acelerada, impulsada por la proliferación de sistemas de IA y el despliegue de centros de datos a escala. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), los centros de datos consumen actualmente unos 415 TWh al año, alrededor del 1,5% del consumo global de electricidad. Para 2030, ese consumo podría más que duplicarse hasta aproximadamente 945 TWh, con la parte atribuible a IA estimada en 200-400 TWh.
Este crecimiento obliga a que cualquier estrategia de resiliencia eléctrica considere no solo la generación y la modernización de la infraestructura, sino también la seguridad, la eficiencia y las arquitecturas preparadas para agentes automatizados. En este sentido, la industria tiene la resiliencia del sistema eléctrico —la capacidad de anticipar, resistir y recuperarse de incidentes— se ha convertido en un objetivo estratégico.
Durante décadas, el paradigma operativo se ha basado en la interfaz humano–máquina (HMI): operadores supervisando paneles SCADA, tomando decisiones críticas y actuando sobre equipos. Hoy comenzamos a migrar hacia un nuevo modelo, el de la interfaz máquina–máquina (MMI), donde sistemas inteligentes se comunican directamente entre sí para ejecutar tareas de control, análisis y respuesta, reduciendo tiempos y errores humanos.
Este salto no es futurista: ya está en marcha. Proyectos en Brasil, Estados Unidos y Europa demuestran cómo la inteligencia artificial (IA) puede detectar fallas en segundos, optimizar flujos de energía en tiempo real y anticipar la necesidad de mantenimiento antes de que ocurra una interrupción. Sin embargo, pasar de un operador humano a un agente automático en ambientes OT (tecnología operacional) no es trivial: los riesgos de seguridad, confiabilidad y cumplimiento normativo se multiplican si no se adoptan modelos robustos de protección.
Aquí es donde entra el enfoque Zero Trust. Bajo el principio de “nunca confiar, siempre verificar”. La integración de IA y Zero Trust se potencia mutuamente; mientras Zero Trust asegura la superficie de ataque y establece controles para cada interacción, la IA amplifica la capacidad de prevención, detección y mitigación. Este camino exige también una reflexión sobre la confianza digital. Los agentes de IA no deben tener control irrestricto sobre procesos críticos; necesitan límites claros. La supervisión humana sigue siendo imprescindible, especialmente en decisiones de alto impacto. La clave está en definir qué tareas se pueden automatizar con seguridad y cuáles deben mantenerse bajo control humano directo.
En definitiva, la resiliencia del sector eléctrico ya no depende únicamente de tener redundancia en equipos o de la pericia de los operadores. Depende de la capacidad de construir arquitecturas seguras, inteligentes y adaptativas, donde las máquinas colaboren con las máquinas, bajo la mirada atenta y estratégica de los expertos humanos. Ese es el reto: cómo pasar de un modelo de supervisión manual a un ecosistema de decisiones autónomas y seguras, capaz de garantizar la continuidad del suministro eléctrico en un mundo cada vez más digitalizado y amenazado.
** Sobre el Autor:
Gonzalo Garcia es vicepresidente de ventas de Fortinet para América del Sur con más de 30 años de experiencia en tecnología y ciberseguridad. Es Ingeniero en Sistemas de Información por la Universidad Tecnológica Nacional de Argentina, y ha actualizado sus conocimientos en Inteligencia Artificial en el Massachusetts Institute of Technology y en la Universidad de Miami.